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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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θυρεός → ὅπλον, πανοπλία<br />

θύω [sacrificar], θυσία [sacrificio], θυσιαστήριον [altar]<br />

A. Datos lingüísticos.<br />

267<br />

1. θύω. a. El sentido básico es «sacrificar», al principio solamente ofrendas quemadas, luego todo tipo de ofrendas. La LXX lo usa<br />

para sacrificios ofrecidos tanto a Dios (Gn. 31:54) como a dioses extraños (Éx. 34:15); el NT sólo para sacrificios paganos (Hch.<br />

14:13; 1 Co. 10:20). b. En conexión con las ofrendas quemadas, la palabra significa también «inmolar», luego «matar, degollar»<br />

(cf. en el NT Lc. 15:23; Hch. 10:13). Se usa para el acto de matar el cordero pascual en Marcos 14:12 (cf. 1 Co. 6:7: Cristo, nuestro<br />

cordero pascual, ha sido inmolado). c. Un tercer sentido es entonces sencillamente «asesinar».<br />

2. θυσία. a. El «acto de sacrificio». b. «Sacrificio» (a) literalmente, tanto pagano como veterotestamentario (cf. en el NT Lc. 2:24; 1<br />

Co. 10:18), y (b) figuradamente para la muerte de Cristo como ofrenda a Dios (Ef. 5:2), y la vida cristiana como una ofrenda <strong>del</strong><br />

yo (Ro. 12:1), ya sea en donativos (Fil. 4:18), en alabanza (Heb. 13:15–16), o en compartir y hacer bien (Heb. 13:16).<br />

3. θυσιαστήριον como el altar de Dios. a. Literalmente para los altares en el templo (Lv. 4:7 y en el NT Mt. 5:23–24; Lc. 11:5–6; 1<br />

Co. 9:13; Heb. 7:13; Ap. 11:1), para otros altares cúlticos (Gn. 22:9–10; Stg. 2:21), y para el altar <strong>del</strong> cielo (Ap. 6:9, etc.); b. figuradamente,<br />

pero sin una referencia muy específica, Hebreos 13:10.<br />

B. El concepto de sacrificio en el NT.<br />

1. Las presuposiciones <strong>del</strong> AT. La raíz <strong>del</strong> concepto veterotestamentario de sacrificio ha de hallarse en la realidad <strong>del</strong> orden de la<br />

alianza. Dios, en su autorrevelación histórica, quiere tener trato personal con su pueblo por medio <strong>del</strong> sacrificio. Ya sea que el<br />

sacrificio sea un don a Dios, un medio de expiación, o una expresión de comunión, va orientado hacia la presencia de Dios en<br />

gracia y en juicio. Los profetas lo cuestionan (Am. 5:21ss; Is. 1:10ss) y los Salmos lo rechazan (40:6ss; 50:8ss) sólo cuando el<br />

mérito humano reemplaza al encuentro personal. Si se considera que la alabanza, la obediencia, la fi<strong>del</strong>idad y el amor son verdaderos<br />

sacrificios (Sal. 40:6ss; 50:14, etc.), estas cosas no invalidan los sacrificios <strong>del</strong> culto, que también pueden ser sacrificios de<br />

rectitud (Sal. 51:19).<br />

2. La evidencia <strong>del</strong> NT. En los Evangelios Jesús no pronuncia juicio sobre el sistema cultual. En Mateo 5:23–24; 23:18ss acepta el<br />

altar y los sacrificios como factores dados. El clamor por misericordia y no sacrificio no hace sino seguir la línea profética (Mt.<br />

9:13; cf. Os. 6:6). Si el templo y el culto son secundarios y llegarán a su fin (Mt. 12:6; 26:61; Jn. 2:19), es porque Jesús mismo<br />

establecerá una nueva alianza que no encuentra cabida para ofrendas cúlticas. Pablo está consciente de que la meta de las comidas<br />

sacrificiales es la comunión con la deidad (1 Co. 9:13; 10:18ss), pero en 1 Corintios 10:11ss no da insinuación alguna de que la<br />

eucaristía, en la cual tenemos comunión con el cuerpo y la sangre [p 339] de Cristo, sea para él una comida sacrificial. En consonancia<br />

con su teología de la historia y su esquema <strong>del</strong> antiguo orden y el nuevo, compara a Cristo, como cordero pascual de la<br />

nueva comunidad, con el cordero pascual de Israel (1 Co. 5:7). La muerte expiatoria de Cristo es el antitipo de la muerte <strong>del</strong> cordero.<br />

Tanto en su naturaleza como en su efecto, esta muerte es agradable a Dios. La figura <strong>del</strong> sacrificio, tan familiar para Pablo, le<br />

ayuda a comprenderlo como el acontecimiento básico de la salvación. La misma figura le ayuda a comprender la vida cristiana.<br />

Como creyentes nosotros hemos de ofrecer acción de gracias, u ofrecernos nosotros mismos como λογικὴ λατρεία (Ro. 12:1).<br />

Todo lo que hacemos en la fe, p. ej. el ministerio (Fil. 2:17b) o el dar ayuda material (Fil. 4:18), se convierte en θυσία y<br />

λειτουργία. 1 Pedro apunta a lo mismo cuando llama a los cristianos un sacerdocio real (2:5) cuyas ofrendas son sacrificios espirituales<br />

cuando ofrecen de nuevo sus vidas a Dios (cf. 1:15). Hebreos usa los conceptos cúlticos <strong>del</strong> AT cuando llama a Cristo el<br />

Sumo Sacerdote que hace expiación por su libre ofrenda de sí. Con todos los paralelos, sin embargo, la epístola ve una distinción<br />

cualitativa en la medida en que el Hijo impecable y eterno, por su entrega personal efectuada de una vez por todas, realiza la purificación<br />

interior y la redención eterna que logran el propósito original <strong>del</strong> sacrificio <strong>del</strong> AT, a saber, la comunión personal con<br />

Dios. Por esta razón, el único autosacrificio de Cristo suprime el ritual <strong>del</strong> AT y a la vez lo trasciende. Si el autor usa el ritual como<br />

medio para describir la obra de Cristo, también encuentra que en la nueva alianza las ofrendas literales <strong>del</strong> ritual quedan reemplazadas<br />

por la obediencia de Cristo (10:5ss; cf. Sal. 40) y el ministerio cristiano de alabanza y de servicio mutuo (13:15–16; cf.<br />

Sal. 50). En otras palabras, la entrega total de sí, primero la de Cristo, y luego, sobre esa base, la de su pueblo, es el verdadero<br />

significado <strong>del</strong> sacrificio.<br />

3. El trasfondo histórico: el judaísmo tardío y el helenismo.<br />

a. El judaísmo tardío es estricto en observar las leyes <strong>del</strong> sacrificio, pero expresa crítica a la vez que elogio. Los sacrificios son<br />

buenos porque implican obediencia a los mandatos de Dios. Sin embargo, hacer el bien es también obediencia, y de hecho puede<br />

ser considerado como sacrificio (cf. tb. el temor de Dios y el sufrimiento por su causa). Así el sacrificio cultual pierde su lugar<br />

especial y se abre el camino para que el judaísmo siga a<strong>del</strong>ante, incólume, sin él. Si el culto sólo está segundo después de la ley

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