07.05.2013 Views

Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

180<br />

1. El NT ve que el retiro hacia la interioridad no trae realmente la libertad. La existencia es defectuosa en su dimensión interior, de<br />

modo que el tomarse a sí mismo de la mano es sencillamente aferrarse a una existencia defectuosa. Al enfrentarnos con una existencia<br />

perdida, sólo podemos entrar en razón al sujetar nuestra propia voluntad a la voluntad de otro. El dominio propio lo logramos<br />

al dejarnos dominar. En concreto, en el NT la ἐλευθερία es la libertad respecto al pecado (Ro. 6:18ss), la ley (Ro. 7:3–4; Gá.<br />

2:4), y la muerte (Ro. 6:21–22; 8:21). Es libertad respecto a una existencia que, en el pecado, conduce a la muerte pasando por la<br />

ley. Al existir en el pecado, somos esclavos suyos (Ro. 6:20). El resultado es la anarquía (Ro. 6:19). La ley tiene como propósito el<br />

bien, y expresa la exigencia de Dios, pero en nuestra existencia pecaminosa saca a la luz el pecado al mediar afectos pecaminosos.<br />

Se constituye en ocasión para el amor egoísta de la vida, que hace mal uso de la exigencia de Dios. Por ella surge no sólo el impulso<br />

anárquico de Romanos 6:17ss sino también el impulso nómico de Gálatas. La libertad, entonces, significa libertad respecto a la<br />

ley así como respecto al pecado, e. d. a la necesidad de buscar la justificación por medio de la ley. Aquí la libertad es la libertad<br />

respecto a un intento de autonomía, no transgrediendo la ley, sino cumpliendo [p 225] nuestra propia interpretación de ella al seguir<br />

nuestras propias necesidades, y al hacer nuestra propia voluntad, mediante lo que parece ser un esfuerzo sincero por hacer la<br />

voluntad de Dios. El ser libres de la ley significa ser libres <strong>del</strong> moralismo, <strong>del</strong> señorío de sí frente a Dios disfrazado de una responsabilidad<br />

seria y obediente. Tiene entonces la implicación ulterior de ser libertad respecto al autoengaño en el cual nos vemos a<br />

nosotros mismos como Dios, y nos hallamos por tanto ciegos a nuestra verdadera realidad (cf. Jn. 8:32; Ro. 2:18ss). Finalmente, la<br />

libertad que el NT proclama en Cristo es la libertad respecto a la muerte que es el final de la búsqueda egoísta <strong>del</strong> hombre en el<br />

pecado. En el pecado nos rendimos a una existencia que se refiere a sí misma y no a Dios, y que por lo tanto está apartada de la<br />

vida. El pecado lleva dentro de sí la muerte. La muerte es su poder. Al vivir por la muerte (Ro. 6:23), promueve su vida por la<br />

muerte (1 Co. 15:56). La naturaleza, que está subordinada a nuestra existencia histórica, manifiesta la realidad de la separación<br />

respecto a Dios en el proceso de la corrupción. Sin embargo, en la esfera humana el movimiento de la existencia separada se dirige<br />

hacia la corrupción eterna. En la vida misma producimos la muerte. Nuestras obras tienen por fin la muerte (Ro. 6:21). La acarreamos<br />

sobre nosotros mismos y sobre los demás. Por lo que respecta a esta existencia que está entregada a la muerte, la libertad<br />

significa libertad respecto <strong>del</strong> yo, y por lo tanto respecto de la ley que entrega la existencia caída, incluso en sí y por sí, a la ruina,<br />

e. d., la ley <strong>del</strong> pecado y de la muerte (Ro. 8:2).<br />

2. ¿Cómo se logra la libertad? La respuesta primaria es: «Mediante el acto de Cristo.» Cristo nos ha hecho libres (Gá. 5:1). Aquí la<br />

referencia es al acontecimiento de la vida que él ofreció de manera vicaria en obediencia a la voluntad de Dios (cf. Gá. 3:13; 4:4).<br />

Nuestra libertad no es un regreso existencial al alma. El Hijo nos hace libres (Jn. 8:36). La respuesta secundaria es: «Mediante el<br />

llamado <strong>del</strong> evangelio». Somos llamados a la libertad (Gá. 5:13). Este es un llamado al acto de Cristo que constituye la base de una<br />

nueva vida en libertad. El Espíritu vivificador de Jesús está presente en el llamado (Ro. 8:2), extendiendo la exigencia <strong>del</strong> acto de<br />

Dios en Cristo, y haciendo posible un verdadero cumplimiento de lo que la ley exige como voluntad de Dios (Ro. 8:3ss). El amor<br />

de Dios manifestado en la muerte vicaria de Cristo y su resurrección nos interpela a reconocerlo como lo que es, de modo que,<br />

cuando abrimos nuestras vidas al Espíritu, por el Espíritu y por la vida y poder de Cristo surge en nosotros una existencia no egoísta,<br />

que se olvida <strong>del</strong> yo. En el Espíritu de la libertad de Cristo hallamos nuestra propia libertad. Esto tiene lugar en el llamado<br />

evangélico que ya se lanza a Israel como promesa, y que crea el Israel verdadero y libre (Gá. 4:21ss). El llamado <strong>del</strong> evangelio se<br />

proclama en la propia palabra de Cristo (Jn. 8:31). Por el Espíritu de la verdad, da a conocer la verdad (Jn. 16:13). Lo hace así por<br />

medio de ministros que sirven al ministerio <strong>del</strong> Espíritu y <strong>del</strong> Señor en una libertad en la cual nuestra existencia va siendo configurada<br />

hacia una gloria siempre creciente (2 Co. 3:17–18). A su tiempo, el llamado se recibe en el bautismo. Los liberados son bautizados<br />

(Ro. 6:17). La liberación <strong>del</strong> pecado se da mediante la obediencia a la enseñanza bautismal (Ro. 6:17–18). El Espíritu <strong>del</strong><br />

amor de Cristo viene con el mensaje <strong>del</strong> evangelio, otorga la liberación <strong>del</strong> pecado, y nos reclama para la obediencia nueva y libre.<br />

3. ¿Cómo llevamos a la expresión esta libertad? La respuesta es: en el amor, e. d. no en el aislamiento sino en una vida con otros.<br />

Hallamos la libertad en el servicio, en el rendir nuestra vida a esa rectitud –exigida por Dios– de amor a Dios y al prójimo (Ro.<br />

6:18ss). La libertad llega a su expresión en actos rectos de muchos tipos diferentes (Gá. 5:22). Siendo libres, aceptamos la obediencia<br />

civil (Mt. 17:24ss; 1 P. 2:13ss). Renunciamos a ciertos derechos por causa de los demás (1 Co. 9:19). Podemos desapegarnos<br />

de ciertos reclamos personales válidos (1 Co. 9:1). No hacemos de nuestra libertad un pedestal de superioridad (como lo hacían<br />

los fuertes en Corinto), sino que en auténtica libertad consideramos las conciencias de los demás (cf. 1 Co. 8:1ss). Crucificamos<br />

las pasiones y exigencias que constituyen trampas (Gá. 5:24). No hacemos de las posiciones humanas un interés predominante<br />

(1 Co. 7:20ss), ya que esclavos y libres tienen la misma condición ante el Señor en el cual son a la vez esclavos y libres, y el luchar<br />

por la libertad plantea el peligro de que el enmarañamiento con las pretensiones imposibilite la presteza desprendida con respecto a<br />

los demás, que es para lo que nos ha liberado el sacrificio de Cristo. Pero esta entrega de los deseos no es restrictiva ni autoafirmativa.<br />

Puesto que el evangelio nos asegura que no necesitamos tratar de alcanzar la vida por medio de la [p 226] ley, podemos cumplir<br />

la ley libremente en obras que no son nuestras sino que son fruto <strong>del</strong> Espíritu (Gá. 5:23). Cristo ha satisfecho por nosotros las<br />

exigencias de la ley, y por lo tanto, como ley de Cristo (Gá. 6:2), ella es para nosotros la ley perfecta de libertad (Stg. 1:25): una<br />

ley que ahora opera en la esfera de la libertad y que media constantemente la libertad. La libertad respecto al pecado y a la ley<br />

culmina en la libertad respecto a la muerte. Las obras realizadas en libertad apuntan hacia la vida eterna (Ro. 6:22). Producen la<br />

eternidad manifestada en el acontecimiento <strong>del</strong> amor de Cristo. Al quedar liberadas <strong>del</strong> interés egoísta, posibilitan tanto para uno<br />

mismo como para los demás la vida que es asegurada por Dios. Abren la puerta al futuro de Dios y lo ponen a disposición de los

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!