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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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15<br />

llena y dirige toda la vida y la acción. La nueva relación de Dios con nosotros nos coloca en una nueva relación con él y unos con<br />

otros (cf. Lc. 6:36ss). Es una relación de misericordia y reconciliación. (En los sinópticos, Jesús generalmente habla acerca <strong>del</strong><br />

perdón de Dios o su misericordia, y rara vez emplea en relación con Dios sustantivos o verbos que designen el amor.)<br />

b. Con respecto a nosotros, el amor de Dios es un amor que perdona. Con respecto a Jesús, sin embargo, es el amor preferente de<br />

elección y llamamiento. Jesús es el Hijo amado (Mt. 12:5) cuya muerte es un ejercicio <strong>del</strong> juicio y el establecimiento de un nuevo<br />

orden (12:8ss). Jesús funda la nueva comunidad a la cual entramos mediante la relación con él. Por eso el amor a los demás es<br />

amor a él (Mt. 25:31ss), y él puede pedir un compromiso radical con él mismo (Mt. 10:37ss). El Hijo trae la remisión, pide una<br />

decisión incondicional por Dios, y así crea un nuevo pueblo que recorrerá [p 17] el sacrificio <strong>del</strong> amor autosacrificial que él mismo<br />

emprendió. Un punto de interés es que Marcos llama a Jesús el Hijo amado tanto al inicio de su ministerio (1:11) como al inicio de<br />

su pasión (9:7).<br />

E. El período apostólico.<br />

1. Pablo.<br />

a. Pablo ve con claridad la nueva situación. Es así como su argumento en Romanos 1ss llega a su clímax en un himno que avanza<br />

desde nuestro amor a Dios hasta el amor de Cristo por nosotros y luego a la certeza <strong>del</strong> amor de Dios en Cristo (8:28, 31ss). Establece<br />

tres puntos principales: (1) Dios envió a su Hijo hasta la cruz en amor; (2) Dios llama a sus elegidos en amor; (3) Dios derrama<br />

su amor en los corazones de ellos. El amor eterno de Dios no se puede distinguir <strong>del</strong> amor de Cristo (Ro. 5:8; 8:37), en el<br />

cual se convierte en un acontecimiento que transforma el mundo. Este amor implica elección, lo cual incluye tanto una ordenación<br />

pretemporal como un llamamiento temporal. La comunidad elegida está en comunión con Dios, y él la dota <strong>del</strong> poder activo y<br />

apremiante <strong>del</strong> amor (Ro. 5:5) en cumplimiento de su propio propósito primordial de amor.<br />

b. La meta de la acción amorosa de Dios es una nueva humanidad, y él se sirve de los actos de amor humano para lograr este fin.<br />

Dios es la fuente de estos actos (cf. 1 Co. 8:3). Él despierta la fe que entra en acción en el amor (Gá. 5:6). Él derrama el Espíritu<br />

que nos libera para una actividad amorosa (Gá. 5:22). Para Pablo este nuevo amor es por encima de todo el amor fraterno (Gá.<br />

6:10), en una comunión que se basa en la misericordia de Cristo y en la muerte de Cristo. El amor edifica (1 Co. 8:1); edifica la<br />

obra <strong>del</strong> futuro. En él, el poder de la nueva edad irrumpe en la forma presente <strong>del</strong> mundo. Es por esto que siempre es central cuando<br />

se lo conecta con la fe y la esperanza (cf. 1 Ts. 1:3; Col. 1:4–5). De estos tres elementos el amor es el mayor, porque es el único<br />

que se extiende hasta el eón futuro (1 Co. 13:13).<br />

2. Santiago. Santiago muestra de manera práctica lo que significa que la fe actúe por el amor, p. ej. no despreciando a los pobres<br />

(2:14) o no reteniendo lo que es un derecho (5:1ss). El amor es la ley <strong>del</strong> nuevo reino (2:8), exigida y posibilitada por la fe. Se<br />

aferra a Dios en la prueba, y es fuerte en la perseverancia (1:2ss).<br />

3. Juan. Juan enfatiza el amor <strong>del</strong> Padre por el Hijo (Jn. 3:35). El amor de Dios nos llega por medio de él (Jn. 17:23ss). La muerte<br />

<strong>del</strong> Hijo corona y desata este amor. Es un amor condescendiente, pero logra la victoria en la acción moral. Nuestro propio amor es<br />

aquí, una vez más, de manera suprema un amor a los hermanos. El amor a Dios es la realidad final para la comunidad, y permanecer<br />

en este amor es la ley de su vida (Jn. 15:9–10). La única ley <strong>del</strong> amor se repite constantemente en las Epístolas de Juan, sin<br />

ninguna especificación particular excepto que sea en obras y no sólo de palabra (1 Jn. 3:18). En el Apocalipsis, la principal exigencia<br />

es un amor a Dios que no sea derrotado por la persecución (cf. 2:4; 12:11).<br />

F. El período posapostólico.<br />

Aquí se transmiten las fórmulas primitivas con cierta infusión de nuevos ideales. 1 Clemente 49–50 demuestra una continua conciencia<br />

de la supremacía <strong>del</strong> amor y su significación práctica para la comunidad y para el mundo. Ἀγάπη y ἀγαπάν se han convertido<br />

en términos clásicos para la obra de Dios y para la piedad cristiana, a veces como ascetismo, más comúnmente como amor<br />

comunitario. En un mundo que perece por el ἔρως, y que intenta en vano trascenderse a sí mismo mediante sublimaciones <strong>del</strong><br />

ἔρως, la iglesia, que depende totalmente ella misma <strong>del</strong> amor misericordioso de Dios, practicaica un amor que no desea sino que<br />

da.<br />

[E. Stauffer, I, 35–55]<br />

→ φιλέω<br />

[p 18] Ἁγάρ [Agar]<br />

Agar, la criada de Sara, es la esclava que paradójicamente tipifica el judaísmo externo (Gá. 4:24–25) en contraste con la libre Sara<br />

que tipifica el judaísmo puro representado por la comunidad. Algunos rabinos estimaban a Agar por la revelación que Dios le dio

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