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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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[H. Traub, V, 509–543]<br />

Οὐρίας → Θαμάρ<br />

570<br />

[p 724] οὖς [oído, oreja], ὠτίον [oreja], ὠτάριον [oreja], ἐνωτίζομαι [oír]<br />

οὖς<br />

A. Fuera <strong>del</strong> NT.<br />

1. Uso griego. En Homero esta palabra significa «oído, oreja», y también el «asa» u «oreja» de una vasija. Posteriormente es común<br />

para el «oído» humano o animal. Figura en diversas frases, p. ej. traer al oído, golpear el oído, prestar oídos, taparse los oídos. Se<br />

piensa que el movimiento <strong>del</strong> aire tiene una función en el proceso de oír, pero la voluntad puede abrir o cerrar los oídos. El oído<br />

tiene un puesto en la revelación como órgano para las comunicaciones divinas. Las representaciones pictóricas de los oídos de los<br />

dioses pueden implicar una solicitud de ser oído. Otros oídos votivos pueden ser oídos curados de sordera, o pueden denotar que se<br />

atendió una petición. Los griegos, sin embargo, ponen menos énfasis en los oídos de la deidad que los pueblos <strong>del</strong> Cercano Oriente.<br />

El uso para «asa» así como para «oreja» se puede hallar en los papiros.<br />

2. El AT.<br />

a. El «oído» (heb. ן ֶזֹא) es primeramente el «oído» natural, tanto humano como animal (Gn. 35:4). Las orejas se adornan con<br />

pendientes y argollas. Las orejas de los esclavos perpetuos son perforadas (Éx. 21:6).<br />

b. El oído denota también la función de oír. Con él se hacen notar los enunciados y órdenes. «Ante los oídos» o «en la presencia» es<br />

una frase que muestra su importancia (Gn. 23:10). Al ser oída, la palabra hablada no es simplemente la expresión de una idea, sino<br />

un proceso concreto (Gn. 20:8). La palabra escrita se propone ser oída (cf. Éx. 17:14; Dt. 31:11). Cuando se revela algo importante,<br />

se descubre el oído (1 S. 20:2). Los justos se tapan los oídos para no oír el derramamiento de sangre (Is. 33:15). El oído es en sí<br />

un sujeto en su actividad crítica (Job 12:11).<br />

c. Dios ha creado el oído (Sal. 94:9), y por lo tanto somos responsables por su uso apropiado. La cosa más grandiosa que podemos<br />

oír es la palabra de Dios en cuanto viene al profeta y por medio de él (Is. 22:14). Pero para esto se necesita algo más que el oído<br />

natural; el oído puede oír y aún así ser sordo (Is. 6:9–10). Dios mismo decide si abrir el oído de los seres humanos para el entendimiento<br />

y la fe (Is. 48:6ss). En la era mesiánica se abrirán los oídos sordos (35:5). En la consagración sacerdotal los oídos son<br />

órganos importantes de la acción sacerdotal, y reciben un carácter sagrado al untarse en ellos la sangre sacrificial (Éx. 29:20).<br />

d. El AT suele referirse a los oídos de Dios (p. ej. Nm. 14:28; 1 S. 8:21). Puesto que se hace mofa de los oídos inútiles de los ídolos<br />

(Sal. 135:17), el énfasis se pone en que Dios oye la oración y la contesta. En el Salmo 94:9 se manifiesta claramente que se ve que<br />

esa idea es antropomórfica. El NT evita esas expresiones, excepto cuando está citando el AT.<br />

3. Filón y Josefo.<br />

a. Filón sigue la pauta <strong>del</strong> AT por lo que respecta a la creación y el uso <strong>del</strong> oído, pero también intenta una explicación natural <strong>del</strong><br />

oído y una teleología <strong>del</strong> oído en las líneas de la filosofía griega. La influencia griega se puede ver también en su interés por que<br />

las cosas que el oído oye puedan tener un efecto perturbador, en que da precedencia al ojo sobre el oído, y en su teoría de que la<br />

que realmente oye es el alma y no el órgano físico.<br />

b. También Josefo adopta la diferenciación griega entre el alma y el cuerpo, y ofrece entonces una presentación diferente de la<br />

escena de Éxodo 17:14 (Antigüedades 3.59–60); cf. tb. Deuteronomio 21:11 (Antigüedades 4.210). La palabra profética viene por<br />

medio de las almas de los profetas, y no por medio de sus oídos o sus ojos.<br />

4. Los rabinos. El oído tiene una significación fundamental para los rabinos. Dios habla a los oídos de los profetas, así como<br />

nosotros gritamos a oídos de los vecinos. Él tiene que inclinar nuestros oídos [p 725] débiles. Los oídos humanos deben ser sintonizados<br />

a la ley. Aquellos que explican la ley deben doblegar sus oídos a ella, para que sus oyentes oigan bien. Cuando suena la<br />

voz de Dios, no es algo místico sino que se oye con el oído verdadero; sin embargo, esto ocurre rara vez. Dios juzga el oído; por<br />

eso no hay que escuchar conversaciones inútiles.<br />

B. El NT.<br />

1. Los Evangelios sinópticos y los Hechos.

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