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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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9. El nombre Yavé como forma básica de la declaración <strong>del</strong> AT acerca de Dios. a. Los enunciados <strong>del</strong> AT acerca de Dios asumen<br />

diferentes formas, y el vínculo constante con la historia se desarrolla de diferentes maneras. Sin embargo, el tema que Dios es<br />

Señor es siempre el mismo. Uno no puede ni invocarlo mediante la magia ni influir sobre él excepto como siervo. La revelación es<br />

la <strong>del</strong> poder vital de Dios orientado hacia la salvación. Por eso el nombre Yavé es la suma de todo lo que el AT dice acerca de<br />

Dios, y la figura de Yavé es la forma original de la revelación bíblica. Si bien el nombre efectivamente coloca a Yavé entre los<br />

dioses, de modo que bajo presión mítica hay una dificultad sentida de servir a Dios o de cantar sus cánticos en tierra extranjera (1<br />

S. 26:19; Sal. 137), y la rivalidad de otros dioses ocasiona crisis de fe recurrentes (1 R. 18:17ss; 2 R. 21:3; Jer. 2:28), hay, sin embargo,<br />

una fuerte sensación de la singularidad de Yavé y un rechazo neto de la realidad de los falsos dioses (Sal. 58; 82; Am. 5:26;<br />

Éx. 20:3ss). b. La receptividad a mitos extranjeros, que resulta particularmente marcada en el Israel <strong>del</strong> norte (Os. 11:2, etc.), va<br />

acompañada o encuentra su expresión en una difundida complacencia burguesa que no percibe la verdadera realidad de Dios o su<br />

poder (cf. Jer. 48:11; Sof. 1:12; Is. 5:12; Jer. 29:26). Sin embargo, los profetas luchan contra esta visión limitada de Dios mediante<br />

la [p 481] afirmación de la autoridad incondicional de Dios en todas las esferas de la vida. Amós 5:4 resume las exigencias y promesas<br />

de Dios en una forma que no deja cabida alguna para las formas míticas de pensamiento. c. Para los profetas Dios no es<br />

ningún concepto abstracto sino el Dios personal que los toma con una fuerza sobrecogedora (Ez. 1). Aunque hay que usar expresiones<br />

antropomórficas para describirlo, la resolución de los profetas y el fervor de los salmistas tienen sus raíces en el encuentro<br />

personal con Yavé y con su voluntad. Es por esto que sus mensajes transmiten la grandeza, el poder y la realidad de Dios con imperiosa<br />

fuerza. d. Los intentos por discernir el gobierno de Dios en el tiempo (Sal. 90) y en el espacio (Sal. 139) nos empujan hasta<br />

los límites <strong>del</strong> concepto de personalidad, pero no lo <strong>del</strong>atan. Estos pensamientos brotan de un sentido de responsabilidad que conduce<br />

a la ansiedad, la culpa y el pánico (cf. Am. 9:2; Job 7:16ss) pero que finalmente conduce de nuevo hacia la confiada alabanza<br />

y oración (Sal. 139:24). e. Puede haber concepciones ingenuas en el estilo «nosotros» de Génesis 1:26–27, etc., o en la idea de la<br />

creación a la imagen divina, pero se colocan en un contexto de desmitificación. f. Lo mismo se aplica a la descripción de Dios<br />

como un guerrero (Éx. 15:3, etc.), en la cual el énfasis radica, no en el salvajismo divino, sino en la lealtad y el amor de Dios que<br />

protege a su pueblo y provee para él. De un modo muy parecido, los celos de Dios (Éx. 20:5) comportan la implicación de que el<br />

pueblo le debe, en correspondencia, un amor y lealtad incondicionales. Lo que se pone de manifiesto en tales enunciados es, entonces,<br />

la naturaleza personal de la relación entera. Yavé no es ningún Baal estático. Porque ama, puede ser herido y provocado.<br />

Introduce el sentimiento en sus acciones y directrices, como si fuera un hombre, pero no es hombre sino Dios. El elemento imponderable<br />

de la dinámica se reestructura entonces como el elemento imponderable de la persona divina, de cuya ira uno podría ser<br />

víctima, pero cuyas misericordias son grandes (2 S. 24:14). g. Yavé es el Señor en sus directrices. Estas son totales. El yo divino se<br />

dirige al tú de la comunidad o <strong>del</strong> individuo, con una exigencia de la exclusión práctica de otros dioses que implica la realidad<br />

decisiva <strong>del</strong> único Dios y la obligación de inclinarse ante su voluntad. El señorío de Dios significa que Dios da una directriz que<br />

imparte sentido a la vida y que exige una acción leal y obediente. El reconocimiento de esto (Éx. 24:7) es, quizás, el legado más<br />

valioso <strong>del</strong> AT, por cuanto la validez universal de este conocimiento de Yavé brota claramente a la luz en la exigencia moral (cf.<br />

Miq. 6:8). La dinámica <strong>del</strong> mandato divino sugiere que la exigencia de Yavé se refiere no simplemente a Israel sino a la humanidad<br />

en general. Amós llama a cuentas a las naciones precisamente porque ellas, como Israel, son responsables ante el Dios uno y<br />

trascendente cuya voz escucha él desde Sión (1:2; cf. 9:12).<br />

10. La confesión de Yavé en Deuteronomio 6:4. La religión de Yavé no es monoteísta en sentido especulativo. Es monoteísta en su<br />

dinamización de la voluntad de aquellos que lo confiesan a él. Esto ocurre en el ע ַמ ְשׁ, donde el amor a Yavé se expresa con el fin<br />

de fortalecer el amor por él. Es así como las cuatro palabras de Deuteronomio 6:4 se introducen con la fórmula, «Escucha, Israel»<br />

(cf. 5:1; 9:1, etc.). Posiblemente hímnicas, tal vez consten de dos cláusulas: «Yavé es nuestro Dios», y «Yavé es uno». Si es así, la<br />

repetición <strong>del</strong> nombre sugiere que el punto es que, en Yavé, todo lo que él es está presente de manera exhaustiva y exclusiva (cf.<br />

4:35; 7:9; Is. 45:6). La dificultad de postular dos cláusulas es que la segunda cláusula parece ser una cláusula matemática trillada<br />

cuyo alcance es mucho menor que el de la primera, y difícilmente se puede justificar como una protesta contra la opinión de que<br />

podría haber muchos Yavés así como hay muchos baales. Por otro lado, tomar las palabras como una sola cláusula le añade poco al<br />

sentido: «Yavé, nuestro Dios, Yavé es uno», o, en una paráfrasis: «Yavé es nuestro Dios, Yavé como el único». El análisis muestra<br />

que las palabras desafían una interpretación precisa pero, por esa misma razón, en su propio arrastre y majestad, son un testimonio<br />

elocuente <strong>del</strong> poder de la fe en Yavé. La dinámica activa de la religión nacional se levanta contra el problema de la expresión adecuada,<br />

pero la confesión deja claro que Yavé, como suma y centro de la experiencia religiosa, es la fuente de una sola revelación<br />

histórica.<br />

[G. Quell, III, 1058–1081]<br />

D. «Señor» en el judaísmo tardío.<br />

1. La elección de la palabra κύριος en la LXX. Es punto de debate porqué la LXX escogió κύριος. Una teoría es que, en realidad,<br />

quiere decir «superior» en vez de «uno que tiene poder o dominio». Pero [p 482] ese no es el uso griego de la época. Es probable<br />

que la LXX escoja κύριος porque enfatiza el hecho que, como Liberador en Egipto, o como Creador, Dios tiene un derecho válido<br />

de dominio sobre su pueblo y sobre el universo. Es soberano en sentido absoluto.

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