Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

Vosotros, ilustres descendientes de Pompilio, condenad todo poema que no le ha
sido depurado por muchos días de corrección, que no ha sido pulido y repulido
veinte veces. 1
Es de conocimiento universal que la cultura francesa goza de una tradición
milenaria no sólo como grandes lectores sino también como excelentes escritores; no
en vano las letras de este país han merecido el reconocimiento en nueve ocasiones
del máximo galardón de las letras universales: el premio Nobel de literatura. Por lo
tanto, para el estudioso de la literatura, las letras de este país son paso obligado, pues
son paradigma tanto para lectores como para quienes incursionan en el mundo de la
creación literaria. No obstante, pese a esa rica tradición literaria, los franceses cada
vez leen menos, afirma Roland Barthes en su obra: El Susurro del Lenguaje.
Pues bien, si los franceses cada vez leen menos, ¿qué será de los colombianos que
no gozamos de una cultura siquiera centenaria en asuntos de lectura y escritura? Al
contrario de la francesa, la cultura colombiana está cimentada en una fuerte tradición
oral; por lo tanto, es apenas natural que aquí la lectura tenga pocos amigos; y por
supuesto menos amigos la escritura que es un ejercicio más complejo y de mayor
exigencia intelectual. Además, ¿Cómo pretender llegar a la escritura, sino se ha
transitado horas, días, años, por los caminos de la lectura?
Frente a la lectura y la escritura se presenta una realidad: no nos gusta la primera y
la segunda nos aterroriza; leer es una actividad tediosa y aburrida; y escribir es un
ejercicio ajeno a nuestra cotidianidad. Además, en el país aún existe el prejuicio de ver
a quienes se dedican al oficio de leer y de escribir como personas inútiles que poco o
nada le aportan a la sociedad; todavía se escucha con cierta regularidad, preguntar a
quienes desean estudiar literatura, filosofía o áreas que tengan que ver con el
pensamiento y las letras: ¿Para qué, sirve eso? ¿De qué vas a vivir? Preguntas que no
se le formulan al aspirante a médico, a abogado o a ingeniero. Ahora bien, ¿Y por qué
no leemos y menos escribimos? Intentaré en el presente texto argumentar algunas
razones que apuntan a dar respuesta a estos interrogantes.
En primer lugar, queda ya planteado, que la cultura colombiana es de tradición
auténticamente oral, al punto que buen número de nuestros escritores, incluido el
premio Nobel de literatura, pertenecen a esa tradición; en consecuencia, su propia
escritura está fuertemente influenciada por lo que Walter Ong ha llamado
psicodinámicas de la oralidad. En este orden de ideas, obsérvese que a nuestros
mejores escritores, a la cabeza García Márquez, León de Greiff, Rivera, Barba Jacob,
1 Horacio. Odas y épodos. Sátiras. Epístolas. Arte poética, Editorial Porrúa S.A. México DF 1992. Pág. 177.
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