Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

El maestro ignorante
Rancière, en su obra: El maestro ignorante esboza ideas provocadoras en relación
con la pedagogía; para ello, recurre a una figura, en apariencia extravagante de la
historia de la pedagogía, Joseph Jacotot, un pedagogo de comienzos del siglo XIX; lo
presenta como una voz única, disonante de ese momento. Esta época representó un
momento bisagra, se debía concluir la revolución, en el doble sentido de la palabra, por
un lado, poner un término a los desórdenes llevando a cabo la necesaria
transformación de mentalidades, y por otro, pasar de la fiebre igualitaria y los
desarreglos revolucionarios a la constitución de un nuevo modelo de sociedades y
gobiernos que conciliara el progreso con el orden. La institución pedagógica
constituye el lugar material y simbólico privilegiado, en el cual la sumisión de los
sujetos no tiene otro objetivo que el de la progresión hasta alcanzar el límite de esa
capacidad; el conocimiento de las materias del programa para la mayoría, la capacidad
de convertirse en maestros para los mejores. La instrucción se convertía en un
mandamiento central, el gobierno de la sociedad a través de personas instruidas y
formación de elites, pero también el desarrollo de formas de instrucción destinadas a
dar a los hombres del pueblo los conocimientos necesarios y suficientes, para que
pudieran integrarse pacíficamente al orden de las sociedades fundadas en las luces de
la ciencia y del buen gobierno.
El maestro nivela, adapta al nivel de las inteligencias embrutecidas, al cerebro de
quienes ignoran los conocimientos que él posee. Este es el paradigma filosófico de la
modernidad y a la vez el agente práctico de la entrada del pueblo en la sociedad y en
el nuevo orden. La tarea de la enseñanza es la de igualar, reducir las diferencias, la
brecha entre los ignorantes y el saber, la igualdad como objetivo a alcanzar, a partir de
una situación desigualitaria entre los que saben y los que ignoran, reducir la brecha
entre los ignorantes y los que saben.
Rancière propone dar vuelta la cuestión: la igualdad nunca viene después, a
posteriori del proceso, sino antes; piensa que esa distancia que la escuela
tradicional pretende reducir, termina reproduciéndola sin cesar. La desigualdad
supone que hay alguien que obedece a un orden, debe ser igual a su maestro para
someterse a él. Ranciére afirma que la instrucción y el supuesto progreso equivalen a
eternizar la desigualdad, los amigos de la igualdad no tienen que instruir al pueblo para
acercarlo a la igualdad, tienen que emancipar las inteligencias, obligar a verificar su
igualdad. Es una cuestión política: se trata de saber si un sistema de enseñanza tiene
por presupuesto una desigualdad que “reducir” o una igualdad que verificar. Según
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