Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

hispanos de UNASUR, Guyana, Suriname y, principalmente, Brasil, cuya trayecto de
colonia a imperio difiere de los recorridos de las ex colonias españolas.
La evocación del “pensamiento de quienes forjaron nuestra independencia y libertad
a favor de esa unión y la construcción de un futuro común” retoma esta tensión pero la
independencia conectada no sólo con la historia sino también con un futuro en común
potencia la polisemia del concepto. No se trata ya de la emancipación política de la
dominación colonial española sino de la independencia de todos los imperialismos, los
históricos -el español, el portugués, el británico, el holandés- y los vigentes en una era
global definida por el régimen de acumulación financiero, especialmente, el
norteamericano. Y, a la vez, insiste en cómo la voluntad de unión y de construcción de
un futuro común libre de sujeciones imperiales ya estaba inscripta en el designio
emancipador de los próceres.
Por otra parte, la tensión entre la dimensión comercial y la política deja su huella en
la formulación “la integración y la unión”, repetida a lo largo del preámbulo, que
presenta una yuxtaposición de conceptos que se identifican con fragmentos diferentes
del interdiscurso. Mientras “integración” es un concepto que pertenece al campo de la
historia económica y evoca la memoria de los procesos regionales iniciados por las
transiciones democráticas con un sesgo fuertemente comercialista, especialmente en
la década del ’90, el concepto “unión” se liga a los intentos por organizar una nación
única basada en la herencia colonial común y recupera el ideal bolivariano de “ver
formar en América la más grande nación del mundo” (Bolívar, 1815) y la convocatoria
al Congreso de Panamá en 1826 que se extiende en el pensamiento de la “unión
americana” sostenido por las Sociedades Americanas que se fundan en diferentes
ciudades de la región más de 30 años después. Se trata de una disputa entre la unión
política, basada en un origen común, una lengua compartida y costumbres similares, y
sostenida por la cooperación económica en materia de desarrollo, frente a la unión de
los mercados con el objeto de hacer viable comercialmente a la región o de asignarle
el papel subalterno de mercado cautivo. Ambos paradigmas son reconciliados por la
apelación a la dimensión territorial, Suramérica, que incorpora a Guyana y Suriname y
a la posición brasilera.
Diversas tensiones se articulan en torno a la delimitación espacial del bloque.
Además de la sutura, que pretende superar las diferencias entre Hispanoamérica y las
ex colonias no españolas, y del “olvido” de la porción del territorio que corresponde a la
Guayana francesa (“departamento de ultramar” desde 1946), las inestables fronteras
entre América del Sur, América Latina y el Caribe quedan impresas en el tratado, que
afirma la intención de contribuir al “fortalecimiento de la unidad de América Latina y el
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