Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

Las habilidades de lectura y escritura, entonces, pueden abordarse y evaluarse
desde distintos ángulos y matices. Si lo que se pretende indagar es cómo comprende y
produce el hombre el lenguaje cuando lee y escribe, son muchas las disciplinas que
han hecho interesantes aportes. Los estudios de la psicolingüística cognitiva, por
ejemplo, han dado luces sobre cómo mejorar la comprensión lectora y la escritura en
niños con problemas de atención o en niños disléxicos.
La lectura también puede abordarse desde el punto de vista didáctico y pedagógico.
Cada día son más los maestros que quieren aprender y desarrollar herramientas de
cómo acercar a los niños a la lectoescritura, cómo despertar en ellos el gusto por los
libros. Quienes han desarrollado en sus aulas de clases talleres de lectura y escritura,
alejados de ciertos parámetros institucionales, han descubierto por sí mismos que la
apatía y la indiferencia de los alumnos por los actos de leer y escribir en ocasiones se
deben a metodologías e instrumentos inadecuados o mal empleados.
En síntesis, la lectura y la escritura son procesos psicosociales y culturales muy
complejos que exigen largas horas de meditación y estudio de cómo mejorarlos. La
escritura profunda (no me refiero a las notas dejadas en la nevera sino a la escritura de
reflexión y análisis) es un proceso cognitivo bastante complejo que exige de quien
escribe una buena estructuración del pensamiento y del mundo de las ideas. De
hecho, el dominio de la escritura (a diferencia del habla, que se adquiere poco tiempo
después de nacer) requiere de un entrenamiento especial. Nadie aprende a escribir de
la noche a la mañana porque el texto académico, por ejemplo, es fruto de un largo
proceso de reflexión y madurez intelectual. Los escritores no se sientan a esperar que
la inspiración les llegue. Por el contrario, trabajan día y noche reflexionando sobre las
palabras, las ideas, el lenguaje; se pelean con cada palabra para que su texto resulte
claro y preciso para el lector.
Sucede lo mismo con la comprensión lectora o lectura profunda, pues el lector debe
accionar complejos procesos cognitivos para poder acceder a la información que
aparece en forma explícita o implícita. El buen lector, por ejemplo, es aquel que
cuando lee la frase: “En este país las cosas andan muy bien”, debe tener la capacidad
de ir más allá del enunciado, de llegar hasta sus condiciones de producción con el fin
de identificar a quien lo produce (Presidente, sindicalista, ministro de Hacienda,
Defensor del Pueblo, etc.); ubicar la situación en que se produce (gira del Presidente,
aumento del desempleo, crecimiento de la economía, masacre de campesinos, etc.);
percibir la intención de quien lo produce (el Presidente busca la reelección; el
sindicalista es irónico; el ministro busca desviar la atención en el tema del desempleo;
el Defensor, con ironía, denuncia la ineptitud del gobierno para enfrentar el problema
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