Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

desconocimiento del campo, será el lector crítico (académico, poeta, periodista
cultural, lector informado en general), atento a los muchos factores que influyen en las
selecciones, quien decidirá si, aún así, la antología es aceptable, abierta, razonada y,
por qué no, si acepta que esté guiada también por el placer de la lectura del que el
antólogo no está exento ni debería estarlo.
La poesía de los sesenta en cuatro antologías
Podemos considerar, a la luz de estas cuestiones, los casos de cuatro antologías
que han contribuido a fundar, afianzar o revisar el canon y los criterios de canonización
de lo que hoy se conoce como “poesía de los sesenta” o “generación del sesenta” -al
margen de todos los debates que esas nominaciones aun traen aparejados y en los
que no nos detendremos esta vez-.
La primera antología que se propuso dar una muestra lo más abarcadora posible de
dicha producción (más de 70 autores) fue El 60 de Alfredo Andrés, publicada en 1969.
En ella, el antólogo, poeta de esa misma generación, daba cuenta del pantanoso
terreno en el cual la antología quería pivotar –pantanoso por inasible, por demasiado
cercano, por los lazos de amistad y simpatía que compartía con muchos de esos
poetas-; muestra de esto es la cantidad importante de paratextos que acompañan la
selección: prólogo, apéndices, notas biográficas (en tono coloquial y cariñoso) y
reproducción de reseñas y ensayos publicados en diversos medios sobre la que
empezaba a ser llamada “generación poética del 60”. Todo ese aparato paratextual
pone en evidencia el gesto fundacional de dicha antología, que está fijando en el papel
algo que ya existía hacía casi 10 años pero de modo atomizado: en este sentido, el
gesto es programático.
De hecho, en las dos primeras antologías la finalidad es coincidentemente
programática: Alfredo Andrés se propone contribuir a visibilizar a sus contemporáneos
precisamente como un movimiento poético o generación y busca, en el paratexto, dar
los fundamentos críticos de dicha operación; Salas, en 1975, con Generación poética
del sesenta avanza ya hacia una selección más intensiva de los autores
“fundamentales”: un prólogo algo más descriptivo evidencia la aceptación que ya tenía
en ese entonces la llamada “generación del 60” en poesía y la cuestión pasaría
entonces por definir quiénes eran sus nombres representativos. La antología de Rubén
Chihade publicada en 1990 se llamó El 60: poesía blindada. En su caso, si bien no se
trata ya de una selección programática puesto que esta poesía existía desde hacía
treinta años, hay en ella un gesto de recuperación de ese programa, según explicita
649