Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

“dormir”, “previa”, “tele”, “computadora”, “arrebato”, “alcohol”, “gato”, “normal”, “partido”.
“fiesta”, “colitis”, “remordimiento”, “volador”.
Por su parte, los “adultos” de 2° B, de la Escuela de Enseñanza Media n° 24
irrumpieron: “mar”, “cerebro”,”noche”,”mesa”,”negativo”,”dinero”, “salchicha”, “trabajo”,
“luz”.
Listo. Le tocaba el turno al texto literario, la lectura en voz alta y la escucha que
siempre resultó muy atenta:
“Javier Villafañe busca en vano la palabra que se le escapó justo cuando iba
a decirla. ¿Adónde se habrá ido esa palabra que tenía justo en la punta de la lengua?
¿Habrá algún lugar donde se juntan las palabras que no quisieron quedarse? ¿Un reino
de las palabras perdidas? Las palabras que se te fueron ¿dónde te están esperando?”
Palabras que interrogan, que llaman desde lo ficcional, que rozan lo fantástico, lo
maravilloso. Palabras que esbozan la posibilidad de acercarse al terreno de la literatura.
El remate de la última pregunta y la apelación directa a un “vos” me permitía abrir el
juego, dejar sobrevolando la pregunta para luego invitarlos a escribir. Algunos entonces
verbalizaban fastidio: “¡no, escribir, no!”.
Pero entonces las palabras que anteriormente habíamos anotado cobraban el
sentido de la espera. Los esperaban allí para escribir. Sus propias palabras y las de
sus compañeros estaban ahí para ser usadas en “textos respuestas” que deberían
crear a través de la imaginación. La consigna que yo les proponía, instalaba el desafío
de inventar, de imaginar, de seguirle la corriente a las palabras que ya tenían en la
hoja.
Nuevas resistencias: “¡pero yo no tengo imaginación!
Entonces venían a alentarme mis lecturas del pedagogo Kieran Egan, quien
asegura que “lo que denominamos imaginación constituye también una herramienta de
aprendizaje”. También me alentaba Maite Alvarado: “la capacidad de urdir ficciones
lleva un entrenamiento”.
El texto de Galeano me servía de pre-texto y cómplice indiscutible para hacerle un
espacio a la escritura literaria. Porque eso es lo pretendía inaugurar: la escritura de
alumnos escritores. Ni genios, ni genes. Ya teníamos palabras, ya teníamos preguntas.
Había que responder imaginando.
A continuación, algunos de los “textos- respuestas” que permiten reconocer que
desde el primer encuentro docente-alumnos, es posible reinventar la enseñanza de la
lengua y la literatura si nos animamos a conocer a los alumnos a través de sus
palabras, si les damos la oportunidad de encontrar sus propias voces y de descubrir
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