Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

Germán Espinosa, Silva, no les precede una tradición rica en cultura escrita; antes de
ellos no existe ni un abundante ni un excelso abanico de escritores, sólo unos pocos
dignos de contarse, entre otros: Isaacs, Domínguez Camargo, Rodríguez Freyle; y
esto no es gratuito; recuérdese que la primera imprenta se funda en el año 1737 y la
primera novela Ingermina o la hija de calamar de Juan José Nieto, se publica por
entregas en 1944; estos dos eventos son fundamentales para la literatura colombiana
pero en realidad muy tardíos.
Este legado de fuerte tradición oral, si bien es cierto que no ha sido impedimento
para el surgimiento de excelentes poetas, narradores y ensayistas, también lo es que
ha limitado la difusión para que haya más lectores y más escritores seriamente
empeñados en trabajar por un auténtico cambio social a partir de la reestructuración de
la noesis colectiva.
De otro lado, nuestra apatía por la lectura y la escritura tiene que ver mucho con el
sistema general de la Educación del país; para el Sistema Educativo, la lectura y la
escritura tradicionalmente no han sido actividades prioritarias; sólo hasta hace muy
poco se viene reconociendo la importancia que ellas tienen en los procesos de
estructuración del pensamiento y de la conciencia.
Al revisar el currículo académico tanto de la Básica Primaria, Básica Secundaria,
Media y aún el universitario, salta a la vista la ausencia de un plan lector claro, serio y
comprometido que apunte al objetivo de ganar cada vez más amigos de la lectura y de
la escritura. Quienes han tenido la responsabilidad de educar al país han considerado
más importante atiborrar al estudiante de conocimientos memorísticos y repetitivos, sin
importarles mucho la creación de una conciencia lecto-escritora.
Los métodos pedagógicos que han intentado y que aún intentan enseñar a leer y a
escribir siguen viciados por prácticas meramente memorísticas, el docente da por
alcanzado sus logros cuando el estudiante responde exactamente lo que a él le
interesa; lastimosamente no se aprovecha el recurso de la lectura y la escritura como
un camino conducente a generar pensamiento crítico. El mejor estudiante, digno de
medallas y reconocimientos, es aquel que memoriza fechas, autores, y en el mejor de
los casos, episodios de la historia, la filosofía o la literatura que repetirá acríticamente
en un instrumento conductista llamado evaluación. Además, y esto me parece más
grave, quienes tenemos la responsabilidad directa de educar niños y jóvenes, me
refiero a los docentes, no tenemos el gusto por la lectura ni la disciplina para la
escritura, por lo tanto no tenemos la conciencia de lo clave que es formar lecto-
escritores. En realidad, el número de docentes amantes de la lectura y la escritura es
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