Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

suceder. Sobre el recuadro general se superpone una escena que recorta la imagen
del joven, pero desde otra toma, frontal y de cuerpo entero. El joven/niño sonríe
inocentemente mirando con ingenuidad el enfrentamiento a cuchillos que se había
visualizado en la viñeta siete, pero que ahora se plantea por medio de una sinécdoque:
el plano detalle de las manos de los dos combatientes que sostienen las armas
cortantes que se cruzan frente a la imagen del joven. Este contrapunto de imágenes
produce el efecto de un travelling, la cámara ha girado y enfoca la escena desde otra
perspectiva, lo que exacerba la dualidad entre la inocencia inconsciente y el peligro
latente. Los globos de diálogo plantean brevemente la discusión: se pone en duda la
calidad de “novillo” del animal, sin embargo el dibujo tiene una fuerza impactante que
supera ampliamente la del texto.
La novena viñeta toma el primerísimo primer plano del toro “emperrado y arisco
como un unitario”. La furia adquiere protagonismo. Los ojos del toro se equiparan a los
del perro de la quinta viñeta, pero se refuerzan con el bufido pavoroso del animal. El
mundo animal está presente, en cambio el humano está fuera de cuadro, sugerido por
las voces de quienes discuten si es toro o novillo. La comparación del toro con los
unitarios a partir del desplazamiento de sus características a las de los que ostentan
esa ideología establece el enlace con la viñeta siguiente, dentro de globos estrellados
que marcan la intensidad de los gritos. El grupo humano se visualiza en la décima
viñeta: por un lado se encuentra el líder, “Matasiete, degollador de unitarios”, quien se
pasea triunfante sobre su caballo de gesto salvaje mientras saluda y sonríe; por otro, el
conjunto de gauchos que lo vitorean pusilánimes. Estos últimos, cuyos rostros son casi
imperceptibles, se desdibujan en el fondo de la escena, a la izquierda del recuadro;
mientras que el peso de la imagen está en la figura de Matasiete, en el extremo
opuesto y en primer plano.
En la siguiente viñeta, el protagonista vuelve a ser el toro, más precisamente, el
lazo que lo sostenía y que acaba de cortarse. Del animal solo puede verse un cuerno y
una oreja, la mayor parte de la viñeta está ocupada por la imagen congelada del lazo
que en la viñeta siguiente adquiere movimiento y decapita al joven/niño de un latigazo.
El dinamismo del lazo y de la cabeza que cae mientras varios chorros de sangre salen
del cuello se contradice con la actitud estática del cuerpo que sigue aferrado al madero
de la verja. Todo parece suceder en cámara lenta. El cuerpo decapitado caerá en la
viñeta siguiente, pesada y verticalmente, mientras el recorrido del chorro de sangre
parece resistirse a la ley de gravedad.
En el recuadro siguiente, la cabeza del toro salvaje lo ocupa todo, tanto es así que
los cuernos superan los límites de la viñeta hacia los dos costados y una pata a la
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