Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

instalan discursos donde los jóvenes aparecen como “precarios lingüísticamente”
porque “sólo tienen doscientas palabras” y no pueden organizar “frases más o menos
gramaticales y comprensibles” o bien se instala la creencia de que los chicos son
“analfabetos” o que tienen “serios problemas para comunicarse por escrito” debido a
su “escasez lingüística” y su “falta de vocabulario.” En estos discursos no sólo suele
estar ausente la voz de los protagonistas, niños, jóvenes y adultos, sino que también
se ignoran los diversos modos de apropiación que los sujetos entablan con la cultura
escrita, a partir de la puesta en escena de otras escrituras, otros modos de vincularse
con lo escrito y otras formas de escritura a contrapelo de lo instituido.
Si hacemos un poco de historia podremos observar cómo la historia de la cultura
escrita en la educación argentina está plagada de avances y retrocesos, miradas
hegemónicas y contrahegemónicas, alternativas pedagógicas y prácticas prescriptivas.
Esta historia involucra diferentes tradiciones que se yuxtaponen, oponen, niegan o
coexisten. Si nos remontamos a los inicios del sistema educativo argentino, en los
colegios nacionales la práctica de escritura estaba ligada con la composición siguiendo
los preceptos de la retórica clásica; de esta manera, los alumnos –como sugiere
Alfredo Cosson en su Método de composición literaria (1904)- debían escribir
siguiendo el modelo de textos clásicos inscriptos en géneros como la disertación, el
retrato, la descripción, entre otros. Se trataba de formar a las élites según los cánones
instituidos de la escritura hegemónica. Unos años después, otro profesor, Pedro
Henríquez Ureña, proponía –como plantea en El libro del idioma (1927)- por un lado, la
composición siguiendo el esquema clásico escolar de responder a modelos literarios a
partir de fragmentos de textos y trozos selectos respetando el registro culto y libresco o
bien escribir a partir de una temática dada como se siguió haciendo en la escuela casi
hasta principios de la década del ‘80 y, por otro lado, presenta una teoría de la
escritura desplegada en una teoría de los géneros discursivos que rompe el discurso
hegemónico sobre la escritura que venía desarrollándose desde fines del siglo XIX. Se
presenta la escritura de billetes, cartas, telegramas, resúmenes, historias de vida,
solicitudes; asimismo, se propone la escritura a partir de una lámina que genera
extrañamiento en el lector y se sugieren una serie de preguntas que orientan al alumno
respecto de los distintos aspectos que deben ser tenidos en cuenta para la descripción
de la imagen. Esta práctica de escritura a partir de preguntas se orienta a la
construcción de una tradición ligada a la invención, a la apropiación de la escritura a
partir de la percepción de los sujetos y de sus modos singulares de vincularse con lo
escrito.
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