Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

capaz de orbitar en torno a distintos nudos de significación: la dictadura, el regreso a la
democracia, el neoliberalismo, el futuro incierto de un país en crisis.
M. Bajtín (1975) ha señalado que la palabra mítica realiza una operación retórica
compleja de hipérbaton histórico al representar un futuro como ya acontecido en el
pasado, ofreciendo una versión despolitizada y “vacía” de futuridad. En las novelas, la
recurrencia al mito podría conducirnos a este mismo “callejón” ideológico, pero muy
pronto descubrimos que las rupturas del orden mítico funcionan aquí como fuente de
polisemia. Es decir que estos recorridos míticos por la ciudad sirven para mostrar la
ineficacia del mito planificado, excesivamente racional, optimista, de la ciudad. La
metáfora mítica reconvierte estos lugares estereotipados del mito en manchas de
sentido, zonas de intenso intercambio semiótico. Esa operación está cargada
políticamente de futuridad, pues en la sola superposición de otras cartografías posibles
logra construir el lugar de la utopía: el río incesante, prolífico, del relato que la
máquina, nueva Eva en la orilla de una isla olvidada no deja de generar; o el mapa de
las cicatrices impunes en esa Buenos Aires del no olvido que intenta construir el canto
de Martel; o incluso el laberinto cuadriculado en la noche porteña del cuento de
Cancela. El hipérbaton viene a funcionar aquí más que para despotenciar, para
topicalizar, para convertir en preponderante o llamativo ese porvenir.
A pesar de la distancia temporal de las obras, todas recurren a una concepción
mítica del espacio. Sin embargo, todas complican la topología centrada y centrífuga del
mito para ofrecer la imagen de un territorio denso y rugoso, policentrado, cuyo mapa
complejo cartografían estos héroes. Si el relato de Cancela ironiza sobre el mito
decimonónico de la ciudad regular y su optimismo desmesurado, la mirada de Piglia
profundiza esa crítica al punto de asumir como lugar de asedio de lo urbano el espacio
descentrado de la isla y de la literatura contra la represión. Martínez, por su parte,
mitologiza Buenos Aires para evidenciar los olvidos y la impunidad que anidan en los
pliegues de la ciudad planificada y que acaso la melodía de un errático cantor de tango
pueda llegar a conjurar. La metáfora y el hipérbaton, entre otros, operan como
reguladores retóricos en las obras que evidencian, a la vez, determinado modo de
funcionamiento cultural del mito o, como lo hemos llamado, de un orden retórico mítico
de la cultura.
La representación artística resultante sugiere la posibilidad de un nuevo régimen
imaginario para pensar el espacio en el que cobran primordial relevancia más que los
lugares, las lógicas de funcionamiento de lo fluido, lo poroso y lo paradojal de lo
fronterizo, claves de reconocimiento acaso de una nueva “poética de lo espacial” a la
que apuesta la literatura y en donde lo laberíntico, en tanto figura de desorden, parece
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