Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

El español de la Argentina resulta, así, menos un estudio teórico que un proyecto de
política lingüística, si bien las 34 recomendaciones de corrección sistemática vienen
matizadas por el reconocimiento de que la norma debe ser pluricéntrica: “No existe en
la Argentina una región que por su modo de hablar podamos recomendar como
modelo para la enseñanza de nuestras escuelas” (p. 189). Y Ángel Rosenblat en el
prólogo afirma para el mundo hispanoparlante: “No se puede aplicar al habla
hispanoamericana general las mismas normas que al español peninsular. El seseo, por
ejemplo [...] es un hecho consumado e irreversible de nuestra pronunciación Aun la
igualación de ll –y puede admitirse en las regiones americanas donde esté
enteramente impuesta. La obra escolar no puede estrellarse en esfuerzos infructuosos”
(p. 11).
En cambio, en la preceptiva sugerida en El español de la Argentina, sí juega un
papel central el concepto de corrección lingüística, que se define monolíticamente a
partir del habla de la “gente culta” del país, opuesta a las “impropiedades y defectos”
del habla vulgar. Tanto Vidal de Battini como Ángel Rosenblat, autor del prólogo, son
explícitos en este punto: “Lo decisivo es, pues, el uso de la gente culta” (p.11),
sentencia este último. El concepto de corrección lingüística, con la clase alta como
norma y como factor homogeneizador, puede considerarse una herencia del imperativo
de la unidad de la lengua español de Andrés Bello (y otros patriotas
hispanoamericanos del siglo XIX), como se advierte en la siguiente cita de Domingo
Faustino Sarmiento en la polémica pública que ambos mantuvieron en Chile: “En las
lenguas, como en la política, es indispensable que haya un cuerpo de sabios, que así
dicte las leyes convenientes a sus necesidades (las del pueblo) como las del habla en
que ha de expresarlas; y no sería menos ridículo confiar al pueblo la decisión de sus
leyes que autorizarle en la formación del idioma” (Un Quidam, séud. de Andrés Bello,
citado por D.F. Sarmiento, 1842).
En nuestro país, ese imperativo fue acentuado, a partir de comienzos del siglo XX,
por el temor de las élites a la(s) barbarie(s) lingüística, cultural, social e ideológica
resultantes de la inmigración, que las llevaron a abandonar las posturas lingüísticas
más liberales de la generación del ’37 (como Esteban Echeverría y Juan María
Gutiérrez) o del propio Sarmiento.
En ese sentido, Battini participa del puritanismo lingüístico del grupo de
investigadores creado en torno de la figura de Amado Alonso en el Instituto de
Filología en la UBA. Sin embargo, ese puritanismo en ella se expresa de forma
visiblemente más moderada que en otros integrantes del mismo grupo, como el propio
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