Libro de Actas del Congreso Regional de la Cátedra ... - UNGS

haciendo visibles las zonas de conflictividad de lo social. El más allá mítico ya no está
afuera sino en los pliegues de la ciudad, forma parte de ella.
Vamos a detenernos en tres breves ejemplos literarios. El primero, un pasaje del
relato “Una semana de Holgorio” (1922) de Arturo Cancela, recurre a la metáfora del
laberinto para mofarse de la racionalidad urbana. El héroe, un señorito aristócrata
porteño llamado Julio Narciso Dilon, está extraviado en la noche porteña, en los
suburbios, durante los terribles sucesos de la Semana Trágica en enero de 1919. La
imagen dominante de la ciudad en este momento es disfuncional y de “casa tomada”:
la ciudad diurna, ordenada y regular en el imaginario del héroe se disuelve en una
imagen violenta y defectuosa por la que deambula, bajo el fuego cruzado de la
represión policial, el fantasma del “maximalismo” internacional (el marxismo) y el
accionar de grupos paramilitares conservadores de fuerte orientación antisemita. La
metáfora dominante aquí es la del laberinto, como crítica al damero porteño y al
optimismo que genera en el héroe por ser “hijo de Buenos Aires”: “la absoluta
regularidad de las calles de la capital, permite orientarse a cualquiera” (Cancela, 1995:
75). El remate de la ironía, algunas líneas más abajo, se resuelve en una crítica tanto
al mito urbanista como a la presuntuosidad del héroe omnipotente: “Mientras enfilo una
calle sin pavimentar, envuelta en tinieblas, medito en las innumerables ventajas de la
disposición rectangular urbana. Las ciudades así construidas son armoniosas,
ordenadas y democráticas” (Cancela, 1995: 75). Muy por el contrario, la ciudad está
bajo toque de queda y nuestro héroe, extraviado en la cuadrícula que se ha convertido
en laberinto.
El segundo ejemplo sobre el que nos quisiésemos detener está en la novela La
ciudad ausente (1992) de Ricardo Piglia. Allí se narran las peripecias de un periodista,
Junior, tras los pasos o, deberíamos decir, tras los relatos que una máquina con forma
de mujer artificial creada por Macedonio Fernández (personaje) genera y hace circular
por la ciudad. Buenos Aires aparece inscripta en un tiempo impreciso que amalgama el
clima represivo de la última dictadura, alusiones a los 80 y 90 y un estadio futuro
incierto entre 2004, 2039 o el siglo XXIII 2 . Frente al relato estatal dominante que
intenta construirse como única verdad en esta ciudad futura, los contrarrelatos de la
máquina averiada van convirtiéndose en subversivos porque “filtran datos de la
realidad” y hacen decir a la literatura otra cosa inesperada o inadmitida. Esta idea,
desarrollada en extenso por Piglia en su Teoría del complot (2007), juega con la
imagen de un espacio animado por máquinas de relatos que pugnan por saturarlo
2 Esta ambigüedad temporal y la remisión al futuro le permiten a Reati (2006: 87-136) clasificar a esta obra como novela
de anticipación.
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