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Ya en 1755 Richard Cantillón 101 transforma el sentido del término (emprender), en la
voluntad o capacidad de enfrentar la incertidumbre, argumentando que “el resultado de toda
actividad es incierto e implica un riesgo, y alguien tiene que asumirlo, con la esperanza de
recompensa en el futuro”.
Se percibe acá, la forma como el autor vincula tácitamente al emprendedor, al insinuar que
alguien debe asumir el resultado incierto. Según esto, emprender es una actividad con
acciones riesgosas y “el que las asume será un tomador de riesgos” adiciona el mismo
autor.
Al asociar las anteriores posiciones en Debelidor (quien considera emprender como una
actividad empresarial) y en Cantillón (quien afirma que es una actividad con riesgos, en las
que alguien las debe asumir) se puede inferir que fue de allí donde surgió “que el
emprender” implica riesgos económicos o empresariales.
Luego, Jean Baptiste Say (1821) 102 al querer darle explicación o coherencia a esa nueva
connotación con sentido económico, advierte que emprender sería dirigir una empresa en la
que hay una intermediación (o contratista) que está expuesta a todos los riesgos y quien a su
vez se aprovecha de todo lo que le puede ser favorable.
Tal concepción perduró hasta el Siglo XX. Su importancia, se puede inferir, está en la
dicotomía de emprender y ser arriesgado a la vez: por un lado, para los riesgos en sí; y por
el otro (y a la vez) lo que generaban los riesgos: los temores. De todas maneras había que
asumirlos como oportunidades. Esta sería la clave de emprender. Se puede agregar también,
que es allí donde surge más concretamente el término emprendedor porque viene siendo el
contratista, quien direcciona la empresa, asume los riesgos y, a su vez sería el propietario.
101 CANTILLON, Richard. Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general. Fondo de Cultura Económica
México. l.952
102 SAY, Jean- Baptiste. Pensamiento económico. En www.ecofinanzas.com/economia/economistas/I. México
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