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positivo de la autoevaluación en el desempeño del aprendiente es particularmente<br />

convincente en tareas difíciles (Maehr y Stallings, 1972; Arter et al., 1994). Igual de<br />

importante puede ser simplemente, que a la gente le gusta evaluar su trabajo, poder<br />

comprobar que ha logrado un buen desempeño.<br />

Incluir desempeños en la definición de autoevaluación nos remite de una u otra manera a<br />

un enfoque basado en competencias, definidas como la suma de conocimientos, destrezas,<br />

actitudes y características individuales que permiten a una persona realizar acciones<br />

(Consejo de Europa, 2001). Obviamente, un enfoque basado en competencias tiene<br />

implicaciones didácticas, organizativas y evaluativas importantes (Cassany, Luna & Sanz<br />

2003). Si los objetivos están diseñados en términos de capacidades, corresponde diseñar<br />

actividades evaluativas que nos informen de capacidades y no de ítems de evaluación<br />

puntuales. La evaluación será entonces un proceso a través del cual se reconduce, cuando es<br />

necesario, el proceso educativo para que la misma pueda tener una significación positiva.<br />

El maestro debe entonces pensarse como un creador de situaciones de aprendizaje,<br />

respetuoso del proceso de aprendizaje de cada alumno y crítico con su propia actuación.<br />

Así pues, fomentar la capacidad de autoevaluación es una parte esencial del aprendizaje<br />

autónomo y corresponde a una de las funciones principales de la escuela. Si el maestro es<br />

mediador, guía y facilitador del aprendizaje ya no es el único con derecho a examinar,<br />

evaluar y calificar. Es importante precisar que la autoevaluación no significa que los<br />

alumnos determinarán las calificaciones de sus tareas y cursos en lugar del maestro, sino<br />

que se refiere al entendimiento y aplicación de criterios explícitos a su propio trabajo y a<br />

sus actitudes al juzgar si se han cumplido ciertos propósitos específicos.<br />

De acuerdo con Brumm (2006) una forma muy sencilla de practicar la autoevaluación<br />

es hacerse la pregunta ‘¿Qué aprendí?’, después de una sesión de aprendizaje, de haber<br />

realizado alguna lectura o alguna tarea y anotarla en un diario o bitácora de aprendizaje. De<br />

igual manera se puede hacer la pregunta complementaria ‘¿Qué es lo que no entendí?’,<br />

para buscar una respuesta que permita que el aprendiente identifique sus necesidades y<br />

haga algo al respecto. En tareas de escritura, por ejemplo, pueden sugerirse preguntas<br />

como: ¿Incluiste la introducción? ¿Los párrafos son claros?, ¿Cada párrafo trata sólo sobre<br />

una idea principal?, ¿Las oraciones de soporte cumplen su función?, ¿La información es<br />

pertinente y coherente?, etc. Ejemplos como éstos pueden conducir al usuario a realizar<br />

tareas de apoyo, mismas que pueden utilizarse como una evaluación continua e informal a<br />

lo largo de un período establecido.<br />

Es conveniente en este punto explorar una serie de aspectos relacionados con la<br />

autoevaluación. Primero, es importante entender el contexto más general de los cambios<br />

que se están dando en la conceptualización y forma de evaluar, conjuntamente con las<br />

experiencias de los maestros que están experimentando o adoptando estas prácticas de<br />

evaluación. Las ideas sobre evaluación comenzaron a enfocarse desde la década de los<br />

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