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dichos procesos.Esto no es una tarea fácil. Tal como lo señala Inés Dussel (2007) 19 citada<br />

por Cuenca (2009), la calidad educativa es uno de los temas que más interés suscita en el<br />

ámbito educativo. En los últimos años, el afán por definirla y concretizarla ha sido un<br />

esfuerzo importante, que ha puesto en evidencia su polimesia, así como el complejo sistema<br />

de creencias e ideologías que transmite.<br />

La acreditación exige un proceso de evaluación sistemático y permanente interno y externo,<br />

creando un compromiso con el mejoramiento continuo en todos los niveles. En este mismo<br />

sentido Ravela, Arregui y Valverde (2008) afirman que “la evaluación estandarizada<br />

externa solo tendrá efectos positivos sobre la educación si es concebida, percibida y<br />

empleada como un mecanismo de responsabilización pública de todos los actores<br />

vinculados al quehacer educativo”. Este proceso a contribuido a establecer un equilibrio<br />

razonable entre la autonomía con responsabilidad y la rendición de cuentas como elemento<br />

insoslayable en un sector que presta un servicio social de enorme trascendencia para la<br />

sociedad y de gran valor estrategico para la construcción del país (Abad, 2007).<br />

En el caso de las universidades públicas la evaluación se implementa de forma generalizada<br />

desde la década de los noventa hasta nuestros días, a partir de las políticas promovidas por<br />

organismos oficiales como la Secretaría de Educación Pública y la Asociación Nacional de<br />

Universidades e Instituciones de Educación Superior (Rueda, Elizalde y Torquemada,<br />

2003). De Miguel (1995, citado por Periañez, 1999), comenta que en el ámbito de la<br />

educación, la evaluación es un proceso de recogida y análisis de información pertinente, en<br />

relación con un objeto, programa o unidad educativa, a fin de emitir un juicio de valor a<br />

partir del cual se pueden tomar decisiones en relación con el objeto evaluado (Mota y<br />

Huizar, ).<br />

La evaluación de las actividades que realizan los docentes debe ser integrada a las acciones<br />

rutinarias de las IES, como un aspecto que proporciona elementos positivos que permita<br />

construir una cultura de evaluación, para eso se requiere desarrollar una actitud critica<br />

frente a las prácticas actuales que coadyuve a resolver los problemas detectados y alentar<br />

los aspectos positivos también presentes (Rueda, 2007), identificar mediante el diagnóstico<br />

de fortalezas y debilidades a la luz de un criterio de evaluación y de propósitos internos.<br />

La evaluación esta inscrita en el paradigma de la im-plicación (Ardoino, 1993) asume la<br />

complejidad y opacidad de las prácticas sociales. Desde tal perspectiva se busca producir<br />

conocimiento acerca del objeto sujeto de la evaluación. Se trata de captar el sentido<br />

particular de cada situación, de reconocer sus particularidades y no de la búsqueda de la<br />

conformidad o no con modelos preestablecidos. Constituye una interrogación acerca del<br />

sentido, el significado de tal o cual acción ¿por qué estos resultados del aprendizaje?, ¿a<br />

qué finalidades responde el proceso educativo?, etc.<br />

Ardoino y Berger ( 2003) han señalado que en los procesos de evaluación se pueden<br />

distinguir por lo menos tres planos: las prácticas, los dispositivos y los sistemas. Se<br />

reconoce que estos tres niveles están inmersos en una cultura específica que enmarca los<br />

19 Dussel, I. (2007). Comentarios al documento base. Revista electrónica Iberoamericana sobre Calidad,<br />

Eficacia y Cambios en Educación. 5 (3), 26-28. http:www.reice.net.ar/arts/vil5num3/art3.<strong>pdf</strong><br />

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