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noventas a una observación directa de desempeños complejos más que a exámenes escritos<br />

puntuales (Linn, Baker & Dunbar, 1991). En esta evaluación de desempeños, se observa<br />

trabajar a los alumnos con tareas complejas o resolviendo problemas de la vida real. Esta<br />

evaluación se hace a grupos de estudiantes debido a que los grupos de trabajo obtienen<br />

resultados que representan mejor el desempeño que tiene un sujeto fuera de un ámbito<br />

escolar que un trabajo individual (Webb et al., 1995).<br />

En segundo lugar están las respuestas de los profesores a este tipo alterno de evaluación,<br />

las cuales pueden ser muy mezcladas. Como cabe esperar, los profesores pueden<br />

experimentar alguna resistencia ante programas impuestos de manera obligatoria,<br />

manifestando dudas sobre la consistencia y objetividad de la información obtenida respecto<br />

a este tipo de evaluación (Howell et al., 1993, Worthen, 1993). No obstante, cuando se les<br />

da la oportunidad de elegir, los profesores manifiestan entusiasmo por este tipo alterno de<br />

evaluación (Calfee y Perfumo, 1993; Bateson, 1994).<br />

Otro aspecto a considerar es que este tipo alterno de evaluación eleva las demandas de<br />

trabajo del profesor. Como mencionan Fredericksen y Collins (1989), esta evaluación<br />

alternativa debe ser transparente, lo que significa que los estudiantes deben conocer todos<br />

los criterios, los niveles o las calificaciones a las que corresponden sus desempeños (cuando<br />

así proceda) y los esquemas de interpretación. En una clase se puede involucrar a los<br />

alumnos al desarrollar los criterios de evaluación entre todos, y aunque implique más<br />

trabajo para el profesor, definitivamente esto ayuda al grupo ser más consciente sobre lo<br />

que se tiene que trabajar, ya que para que la autoevaluación funcione, al igual que en todas<br />

las formas de evaluación, se necesitan criterios claros. Tales criterios deben contener<br />

especificaciones precisas de qué será medido, identificar diferentes niveles de logro y<br />

descripciones de las oportunidades de aprendizaje (Linn, 1994). Por supuesto que lograr<br />

tales cambios no es fácil, mucho menos instalarlos de forma permanente. Briscoe 21 (1994)<br />

describe los conflictos que enfrentan los profesores al implementar este tipo de evaluación.<br />

Es de suma importancia pues, que el profesor que adopte este sistema lo haga por<br />

convencimiento propio, porque conoce (o le interesa conocer) la teoría que le sustenta y<br />

porque le interesa desarrollar su propia instrucción sobre la evaluación (teacher assessment<br />

literacy), asumiendo las mayores demandas en su carga de trabajo, pero con la satisfacción<br />

de iniciar el proceso de compartir la responsabilidad de los aprendizajes logrados con el<br />

alumno.<br />

Así, el reto principal para que esta conceptualización de la evaluación sea aceptada y<br />

adoptada como una práctica educativa permanente, se relaciona con el cambiante rol del<br />

21 Este estudio se centró en cómo las convicciones de un profesor sobre las teorías de evaluación influencian<br />

el aprendizaje, concluyendo que si el profesor que decide adoptar este tipo alterno de evaluación no está<br />

realmente convencido y si no redefine su idea conceptual de ‘evaluación’, eventualmente regresará a las<br />

prácticas de evaluación convencionales.<br />

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