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en cuenta la realidad de las instituciones, las políticas gubernamentales y los diferentes<br />

procesos, conllevan a una conclusión de que la pedagogía es conocimiento y la educación<br />

es acción como lo dice Garcia (1996), apareciendo un nuevo horizonte, visión, o escenario,<br />

y es la profesionalización como una fortaleza de la calidad de los docentes y el compromiso<br />

de los mismos, según definición de Latrach, Cecilia et al. (2009).<br />

Profesionalización de Docentes<br />

Para hablar de profesionalización, de acuerdo a Miranda (2007) se debe acompañar de la<br />

calidad de la educación, que depende, en gran medida, de la calidad de los profesionales de<br />

la educación: los docentes, y sobre el tema, se han realizado investigaciones que al final<br />

arrojan resultados poco alentadores como la realizada por Malangón (2002) en la que<br />

concluye “la profesionalización académica en Colombia es aún incipiente, a pesar del<br />

esfuerzo sostenido en las universidades de mayor trayectoria” y más cuando la<br />

interdisciplinariedad resulta absolutamente necesaria para formar a los nuevos<br />

profesionales en un criterio analítico y crítico que dote al egresado en gestor de líderes<br />

sociales, considerando esto que para razonar entre “ser un buen empleado (profesional) y<br />

un líder social hay un abismo, la interdisciplinariedad podría ser la vía para cerrar esta<br />

brecha.” (Ariza 2002)<br />

Para llegar a ese horizonte que se pretende, se debe tratar de comprender que el formador<br />

de formadores “es el profesional que, siendo parte de un colectivo, media en la<br />

construcción de conocimientos con otros actores para -en conjunto- aprender y comprender<br />

conceptos y prácticas propias del ejercicio profesional docente”. (Miranda & Rivera. 2009)<br />

y que estos deben cumplir con un perfil comprendido de un conjunto de rasgos y<br />

capacidades que, certificadas apropiadamente, permite que alguien sea reconocido por la<br />

sociedad como tal, pudiéndosele encomendar tareas para las que se supone competente<br />

según Miranda y Rivera. (2009), y de no ser así, conllevaría a una necesidad mas, que<br />

impulsaría a ir generándose así un proceso de re profesionalización docente, que deberá ser<br />

en gran medida entendida como "un proceso de formación in situ de docentes en ejercicio,<br />

a partir de una reflexión colectiva y situada sobre sus prácticas cotidianas, orientado a<br />

fortalecer sus competencias para el desarrollo de mediaciones pedagógicas significativas y<br />

la confianza en su capacidad de toma de decisiones profesionales" (Denegri, 2000)<br />

Actualmente las investigaciones de pedagogía que buscan cómo llegar a este horizonte del<br />

docente profesional, hacen referencia a que se debe conocer a cabalidad un saber y para<br />

investigadores como Marisol Latorre (2002 y 2004), refiere a este saber como saber<br />

pedagógico. En su estudio, lo describe como un saber oculto a los ojos del profesor, que<br />

permanece inmanente en la acción; una síntesis entre saberes de sentido común y<br />

experienciales, basado principalmente en el hacer, es decir, en las acciones de la práctica,<br />

más que en otro conocimiento, y para Martínez (2004) plantea que junto a las<br />

características de la estructura del trabajo, de los espacios y estrategias de formación, el<br />

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