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consolidación del nuevo método de gobernanza. En Lisboa, no se crean nuevos
instrumentos, sino que se aprovecha el bagaje de anteriores reuniones (Cardiff, Colonia,
Luxemburgo, etc.) (De Pablos y Martínez, 2008). Otro aspecto importante, ligado al
método de gobernanza, es la importancia de lo local, a través del principio de
subsidiariedad, tal y como recogen las conclusiones de la Cumbre, recogidas en el
documento “Fortalecimiento de la dimensión local de la EEE”, y que describe este proceso
como: “[un] planteamiento totalmente descentralizado de acuerdo con el principio de
subsidiariedad, en el cual la Unión, los Estados miembros, los niveles regionales y locales,
así como los interlocutores sociales y la sociedad civil, participarán activamente, mediante
distintas formas de colaboración” (Comisión Europea, 2001: 5).
Por tanto, cuando hablamos de la EEE, nos encontramos ante un proceso que ha
necesitado de diferentes momentos y fases hasta llegar a su estado actual. Un estado que no
está, ni mucho menos, consolidado. Aunque el Tratado de Lisboa ya ha sido ratificado
(entró en vigor el 1 de diciembre de 2009), ha necesitado de varios intentos para conseguir
su aprobación por los ciudadanos europeos. Aún así, la ratificación del tratado no da por
finalizada una estrategia que todavía sigue construyéndose. Por ello, algunos autores
plantean el debate de qué es realmente la EEE (Ashiagbor, 2005; Goestchy, 2003, Pochet y
Boulin, 2009; Raveaud, 2007): ¿hablamos de una política común de empleo o de políticas
de empleo?, ¿estamos frente a un proceso o un procedimiento (procedure)?, ¿o debemos
hablar de estrategias? Este debate todavía inconcluso nos remite al complejo escenario
donde se ubica el desarrollo local como política y/o estrategia de empleo y que se debe
dilucidar para poder definir claramente qué es el desarrollo local.
¿Y qué papel tiene el empleo dentro del desarrollo local? Las acciones a favor del
empleo se han centrado inicialmente en los esfuerzos realizados a escala nacional y, en
menor medida, regional. Sin embargo, en las orientaciones de las políticas de empleo en la
última década, se ha comenzado a enfatizar de forma particular la importancia de la
dimensión local del empleo. La reunión del Consejo Europeo de Essen, en 1994, marca el
inicio, con el establecimiento de la lucha contra el desempleo como prioridad.
Posteriormente, el Consejo Europeo de Dublín aprobó en 1996 la elaboración de Pactos
Territoriales en los diferentes Estados miembros como pruebas piloto. Este acuerdo se
inscribe en las diversas iniciativas derivadas del llamado Pacto de Confianza en favor del
empleo, aprobado meses antes en el Consejo Europeo de Florencia (Jiménez, 1997). Así,
aunque la relación entre desarrollo local y empleo se ha considerado durante mucho tiempo
como algo marginal en comparación con las estrategias macroeconómicas y estructurales,
en los últimos años se ha multiplicado la diversificación de proyectos experimentales de
creación de empleo (Aragón et al., 2002). A partir de la Cumbre de Lisboa en 2000, la
Comisión Europea planteó la necesidad de implicar a todos los agentes sociales en el diseño
y gestión de las políticas de empleo territoriales, a partir de una metodología bottom-up
(Gibert et al., 2002), que permita la participación de abajo arriba, siguiendo los principios
europeos de subsidiariedad y gobernanza.
En los últimos años la tendencia europea ha sido la de reforzar la dimensión local de la
EEE: “Los Estados miembros […] alentarán a las autoridades locales y regionales a
establecer estrategias para el empleo” (Comisión Europea, 2001). En este sentido, las
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